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Tania Díaz Michel Elías

El setting analítico como escenario de intimidad

Trbajo presentado en el 8vo congreso de la Sociedad de Psicoanálisis y Psicoterapia "Lo intimo y lo privado",

llevado a cabo el 1 de octubre del 2016

La palabra setting tiene diferentes acepciones que resultan acertadas al uso que le damos en psicoanálisis. Por un lado, en referencia al teatro, adquiere la significación de escenario o marco, mientras que en el campo music


al, hace referencia a un ajuste o composición. Resulta llamativo ya que la multiplicidad de significados se puede ver condensada en una sola situación: la analítica. A partir de ello, me gustaría plantear la práctica analítica como metáfora del teatro; con ello me remonto a las raíces Griegas de éste. El concepto de personalidad es un término que deriva del griego (prósopon) y del latín (personare, persona), que significa resonar, sonar con fuerza. Esta acepción inicial le viene impuesta por el papel que cada actor desempeñaba en la obra teatral. Persona era, pues, sinónimo de <<personaje>>, y se designaba con ello la máscara hueca o carátula que empleaban los actores en las representaciones teatrales para amplificar el volumen de su voz, al mismo tiempo que para ocultar su verdadero rostro y así adaptarse mejor al papel que representaban. (Polaino- Lorente, A.; Cabanyes, J. ; del Pozo, A., p. 27) Así como en la antigua Grecia, durante el análisis, el analizando va a tratar de adherirse a un personaje, entender, preservar aquellas características que le han sido funcionales, mismas que permanecen en una máscara, la que trata de ocultar lo inconsciente. A través de la narración del discurso se escribe un guión que va adquiriendo tintes emocionales propios del sujeto. El analista, así como el director de la obra, va guiando hacia el descubrimiento del personaje, en este caso, a desenmascarar el falso self. Al mismo tiempo que se van develando capas del falso self, éstas caen en forma de defensas y síntomas, dan paso a recuerdos, memorias y fotografías que están inscritas en lo profundo de lo inconsciente dejando al descubierto destellos de aquello que se esconde tras la máscara. El campo analítico se estructura también según una configuración funcional básica, contenida en el compromiso y trato inicial. Este compromiso distribuye explícitamente los roles entre ambos participantes de la situación: uno se compromete a comunicar al otro, en la medida de lo posible, todos sus pensamientos; a cooperar en el trabajo del otro, a retribuir este trabajo. El otro se compromete a tratar de entender el primero, y de proporcionarle, mediante la interpretación, una ayuda para resolver sus conflictos, se compromete a la discreción y a la abstención de todo intervencionismo en la vida “real” del otro. (Barenger, M., s.f.) El analista debe proporcionar un encuadre por medio del cual la neurosis de transferencia se haga posible, éste es el telón de fondo en el cual se dibuja el proceso, se hace posible la narración y comprensión de la historia del analizando. Para posibilitar un trabajo fructuoso, tanto el analista como el analizando han de fortalecer la alianza de trabajo. Entendiendo ésta como aquella parte de la relación con el analista que posibilita la cooperación del paciente. En todo análisis, aun con un encuadre idealmente mantenido, este mismo encuadre debe transformarse de todos modos en objeto de análisis. Esto no significa que ello no se haga en la práctica sino que deseo subrayar la interpretación o el significado de lo que se hace o se deja de hacer, y su trascendencia. La desimbiotización de la relación analista-paciente sólo se alcanza con el análisis sistemático del encuadre en el momento preciso. Y con esto nos encontraremos con las resistencias más tenaces, porque no es algo reprimido sino clivado y nunca discriminado; su análisis conmueve al Yo y a la identidad más madura alcanzada por el paciente. No se interpreta lo reprimido; se crea el proceso secundario. No se interpreta sobre lagunas mnésicas sino sobre lo que nunca formó parte de la memoria. No es tampoco una identificación proyectiva; es la manifestación del sincretismo o la "participación" del paciente. (Bleger, J., 2002:110) Durante la sesión analítica se trata de reducir los estímulos externos y mantenerlos relativamente constantes. Recordemos que Freud, en Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico (1912) nos habla de la regla analítica funamental: […]dicho en una formula: debe volver hacia el inconsciente emisor del enfermo su propio inconsciente como órgano receptor, acomodarse al analizado como el auricular del teléfono se acomoda al micrófono […] Lo inconsciente del médico se habilita para restablecer, desde los retoños a él comunicados de lo inconsciente mismo que ha determinado las ocurrencias del enfermo (Freud, 1912: 2014, p. 115) Mediante la escucha del discurso tanto por parte del analista, con el contenido latente, como del analizado, con el contenido manifiesto, se van entretejiendo pensamientos, recuerdos y sensaciones inconscientes de ambas partes creando así una especie de red que prepara el espacio para construir y procesar una interpretación. Después de todo, como plantean los Barenger, la estructura de la pareja se constituye por un interjuego de identificaciones proyectivas e introyectivas, con su necesario corolario de contraidentificaciones. Podemos decir entonces que el impacto de una interpretación depende de la evaluación de ambas partes: la posición del analista, quien se cuestiona acerca de las situaciones latentes que puede percibir en el material y que a la vez están relacionadas con el contenido manifiesto, las fantasías que despierta el contrato terapéutico; las situaciones transferenciales que intervienen en la configuración del campo, algunas son más vividas que otras ya que se entrecruzan las vivencias exteriores con las del análisis. En Sobre la iniciación del tratamiento (1913), Freud nos habla sobre las técnicas que posibilitan la neutralidad del analista y con ello el desarrollo de la neurosis de transferencia. Mantengo el consejo de hacer que el enfermo se acueste sobre un diván mientras uno se sienta detrás, de modo que él no lo vea. Esta escenografía tiene un sentido histórico: es el resto del tratamiento hipnótico a partir del cual se desarrolló el psicoanálisis. Pero por varias razones debe ser conservada. En primer lugar a causa de un motivo personal, pero que quizás otros compartan conmigo. No tolero permanecer bajo la mirada fija de otro ocho horas (o más) cada día. Y como, mientras escucho, yo mismo me abandono al decurso de mis pensamientos inconscientes, no quiero que mis gestos ofrezcan a mis pacientes material para sus interpretaciones o influyan en sus comunicaciones (Freud, S., 1913:2012, p. 135) Willy y Madeline Barenger (1961) sustentan que la situación analítica está compuesta de dos personas que están ligadas y se complementan mientras dura la sesión. Ninguno de los miembros de la pareja analítica puede ser comprendido sin el otro, es por ello que la transferencia y contratransferencia son herramientas importantes en la técnica. Todo lo que se anuda a la situación presente corresponde a una transferencia sobre el médico, la que prueba ser apta para una resistencia. Así, uno se ve forzado a empezar poniendo en descubierto la transferencia; desde ella se encuentra con rapidez el acceso al material patógeno. (Freud, S., 1913:2012, p. 139) El analizado y analista se desenvuelven en la situación analítica poniendo en ella las manifestaciones inconscientes. A través de la transferencia y contratransferencia conocemos los deseos y los temores mas íntimos del paciente, su verdadero self. Para Winnicott, el ser verdadero es protagonista de una existencia verdadera y creativa, que culmina en un punto de vista personal desde el cual la realidad compartida es recreada y se transforma en mundo personal (Painceira, A., 2013, p.42) La técnica psicoanalítica está estructurada para garantizar el desarrollo máximo de las neurosis de transferencia. El anonimato relativo del analista, su no intrusividad, la llamada “regla de abstinencia” y el comportamiento “de espejo” concurren todos al propósito de preservar un campo relativamente incontaminado para la neurosis de transferencia en desarrollo (Fenichel, 1941, p.72; Greenacre, 1954; Gill, 1954, en Greenson 1976: 2007, pág. 49) El acomodo y decoración del espacio analítico dan la pauta de situaciones o gustos personales del analista. La dinámica puede modificarse si, por ejemplo, el diván se encuentra pegado o no a la pared, si está cerca o lejos del sillón del analista, si hay o no muebles, cuadros o libros que puedan revelar determinados gustos del analista. La ubicación y elementos de decoración configuran un espacio en la relación analítica y al mismo tiempo la relación transferencial y contratransferencial sufre modificaciones. Nuestra percepción como analistas incluye la subjetividad de la experiencia. Lo que se ha trabajado en el propio análisis es proyectado, introyectado y elaborado en el momento de la escucha. El relato del paciente se enriquece con la experiencia personal del analista, de manera que esta realidad compartida se recrea y el paciente puede hacer suya esta nueva elaboración. La técnica analítica y la musical se incorporan a la forma de escuchar. De ahí que la intervención del analista y el momento de intervenir de un músico sigue la temporalidad y las formas y la inercia de lo que escucha. Quizás en la formación del analista, la técnica es fundamental y cuando se incorpora entonces puede devenir arte. (Rodríguez, J., 2009, p.85) Al igual que en la música, silencio y palabra son los elementos principales en el relato de la persona. Para que la música sea armónica necesita de notas altas y bajas, silencios y sonidos, mismos que con trabajo y dedicación van construyendo una melodía que al tiempo da pautas del contenido y la emoción que el creador desea expresar. Así, en el análisis debemos estar muy atentos a las reacciones afectivas del paciente, cuando están exaltados, tristes, felices o acelerados, se va creando una tonalidad y un color del discurso. De igual forma, la gran variedad de silencios ya sean de vació, de ansiedad, elaborativos, fóbicos, entre muchos otros, le dan al discurso ese toque que nos permite apreciar la melodía, gracias al silencio es que podemos comprender y mantener una escucha atenta. La melodía que construimos en torno al análisis se basa en una constante elaboración de ambos: analista y analizando. A medida que una situación dentro o fuera del setting se hace presente, hace ruido, tiene pausas, notas y un estilo propio, éste va a matizar el discurso del analizando; al compás de la interpretación, la pareja analítica va a ir construyendo una melodía con un ritmo propio, a veces con tonadas repetitivas, momentos cumbre en los que predomina la emoción y el cambio o bien una simple nota solitaria y persistente. La escucha muestra una musicalidad del discurso desde el diván, que se dirige hacia el analista desde un espacio imaginario de la transferencia. La primera apuesta es escuchar cada discurso para que muestre cada caso una forma distinta, es decir, a partir de sus diferencias. En este campo, el silencio del analista produce polifonías. El espacio analítico es un foro, un lugar para escucharse e inventar. En cierta forma, escuchar es hacer el espacio necesario para inventar. (Rodríguez, J., 2009, p.89) La musicalidad en el discurso nos lleva a interpretar y a co-editar la melodía en compañía del paciente. Como en el jazz, en el análisis no hay una partitura fija, la música se crea a partir de la técnica pero no es sino con la motivación inconsciente que se crea la melodía. Es curioso que en el análisis de niños la vía para llegar al inconsciente es a través del juego, en inglés to play hace referencia tanto al jugar como a tocar un instrumento; al mismo tiempo, a play es una puesta en escena, una representación en la que el sujeto juega a ser otro, a adquirir las características de una persona distinta, un personaje. […] rara vez asumimos responsabilidad de nuestras producciones teatrales secretas, el productor está sentado en nuestra propia mente. Por otra parte, es el mundo interno con su repetido repertorio el que determina la mayor parte de lo que pasa en el mundo externo. (McDougall, J., Theaters of the Mind, 1986, p. 4) La ambigüedad en el análisis hará que éste mantenga su objetivo. A través de la transferencia, encontraremos un tercero imaginado en la pareja analítica, fantaseado o proyectado en el espacio analítico, reviviendo así los conflictos originales. Gracias a la transferencia, el analista puede conocer la relación del paciente con sus objetos, aunque el analizando vivirá estas situaciones como características propias del analista, de ahí la importancia de la interpretación de la transferencia y la contratransferencia. Siguiendo a Racker, si la contratransferencia debe entenderse como la acción psicológica total del analista frente al analizando, una primera diferenciación aparece de inmediato en ella: el analista tiene por función específica en la situación analítica comprender al analizando y tratar de transmitirle esta comprensión. Comprender es identificarse. El analista trata por lo tanto de coincidir con los distintos aspectos de la personalidad de su paciente, en conflicto unos con otros. Esta identificación se hace parte por parte: el yo del analista con el yo del analizando, etc. No significa hundirse en el paciente ni en su conflicto, sino identificarse parcialmente, mientras el yo del analista se mantiene en parte (mediante un proceso de división relativa) como observador de la situación interpersonal. En esta forma, el analista reconoce en el complejo de Edipo de su paciente a su propio complejo de Edipo, discriminando naturalmente los aspectos diferenciales de estas situaciones internas. Esta identificación ha sido denominada por Helen Deutsch “identificación concordante”. (Barenger, W., s.f.) El analista se convierte así en su propia herramienta de trabajo, a través de lo que el paciente lleva al análisis se va construyendo una historia, la cual se va editando conforme se relata. Las reacciones corporales y emocionales que presenta el analista durante la sesión son producto de la contratransferencia. Pero, para hacerse historia, debe ser interpretada por el sujeto, debe ser narrable, y todo esto exige un desarrollo posterior en que las secuencias elementales puedan ser ordenadas dentro de un tiempo vivido, los acontecimientos vayan adquiriendo un sentido, y el lenguaje permita configurar todo eso en una narración. (Painceira, A., 2013, p.54) El paciente llega al análisis con un problema inconsciente que desea esconder y comunicar simultaneamente. A través de las formaciones de compromiso, el Yo del analizando permite el paso de contenidos inconscientes que se manifiestan a través de sueños, lapsus, chistes, equivocaciones, etc. Es así que al escuchar el discurso hay una comunicación de inconsciente a inconsciente y que es puesta en escena en el setting analítico. El fin del análisis consiste en demostrar al paciente a presencia de perturbadoras reminisencias del pasado, en sus sentimientos y reacciones actuales; es decir, vincular el presente con el pasado; en la forma inversa de resistencia, el paciente habla solamente de sus recuerdos infantiles y se niega a ver cómo el contenido de esos recuerdos encuentra su realidad presente. (Fenichel, O., 2009 pág. 42) Las historias y relatos que presenta el analizando en sesión nos hablan de conflictos, que al igual que lo inconsciente, son atemporales. Al igual que un guión de teatro, las escenas pueden brincar de presente a pasado y luego viajar al futuro, esto con la intención de poder comprender al personaje que el actor representa. Del mismo modo, en el análisis el paciente nos describe su historia, poco a poco va hilando sucesos y acontecimientos del pasado que están relacionadas con sus conflictos presentes, así, como analistas vamos aprendiendo las características del personaje y al mismo tiempo vamos conociendo lo íntimo del actor, sus aptitudes y la manera en que hace suyas las características del personaje, dando a la obra mayor dramatismo y credibilidad. Referencias Balint, M. (1985).Primary Love and Psychoanalytic Technique. Londres: Karnac Books (p. 213-220) Barenger, M., Barenger, W. La situación analítica como campo dinámico. (s.f.). Revista Uruguaya De Psicoanálisis. Recuperado el 22 de Septiembre de 2016, en http://www.apuruguay.org/apurevista/1960/1688724719611962040101.pdf Barenger, W. Notas sobre el aporte de Heinrich Racker al conocimiento de la contratransferencia. Revista Uruguay a de Psicoanálisis (s.f.). Revista Uruguaya De Psicoanálisis. Recuperado 17 de Septiembre de 2016, en http://www.apuruguay.org/apurevista/1960/1688724719611962040108.pdf Bleger, J. (2002, Septiembre). Psicoanálisis del encuadre psicoanalítico. Revista FEPAL, 103-113. Greenberg, R. (2007). Técnica y práctica del picoanálsisis. México: Siglo XXI (p. 23-70) Fenichel, O. (2009). Teoría Psicoanalítica de las Neurósis. México: Paidós (p. 37-47) Freud, S. (2012). Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico (1912) En Sigmund Freud Obras completas: Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamnete. Trabajos sobre técnica psicoanalítica y otras obras 1906-1908 (Tomo XII, p. 107-120) Buenos Aires: Amorrortu. Freud, S. (2012). Sobre la iniciación del tratamiento (Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis, I) (1913) En Sigmund Freud Obras completas: Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamnete. Trabajos sobre técnica psicoanalítica y otras obras 1906-1908 (Tomo XII, p. 121-144) Buenos Aires: Amorrortu. McDougall, J. (1986). 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