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Tania Díaz Michel Elías

Encuentros inesperados

En un lugar en donde las calles empedradas, los edificios clásicos de cantera y mármol resaltan, y los faroles le dan cierto encanto; la cultura parece estar presente en cada elemento del paisaje, gotas de lluvia comienzan a chocar contra el piso y se les ve escurrir por las ventanas. A lo lejos se observa un gran parque con bancas un tanto enmohecidas por el tiempo y la humedad, viejas cabinas telefónicas y varios sitios en donde al parecer se sirve café y té caliente. Pocas personas caminan por la calle; sin embargo, algunos personajes que parecen sacados de un libro de fotografías de 1900’s y tantos deambulan en ella, interesados en la pizarra de un café; escrita con grandes letras blancas, un tanto borradas por las gotas de lluvia que habían chocando contra ella se lee:


“Todas las personas mayores fueron al principio niños.

Aunque pocas de ellas lo recuerdan.”

Antoine de Saint-Exupéry


Poco a poco el letrero va causando mayor curiosidad, la gente ha comenzado a entrar a la pequeña cafetería con tintes hogareños. Al fondo del lugar se observan algunas personas escuchando a una misteriosa señora; viste un abrigo negro un tanto agrandado, un collar de perlas blancas y un sombrero que deja entrever pequeños cabellos; usa lentes de pasta. Se observaba también un señor sentado a su lado, pequeño, de complexión robusta, calvo aunque de expresión amable; curiosamente también usando lentes, él le llamaba François y ella le llamaba René, al parecer conversan acerca del desarrollo infantil; se le escucha decir con un tono un tanto afrancesado: Yo decidí estudiar medicina desde que era muy pequeña, para mí, el mundo de los adultos era incomprensible. Y me preguntaba cómo, habiendo sido pequeños, y habiéndose hecho mayores, los adultos podían ser tan extraños. Y me decía: “Cuando sea mayor, trataré de acordarme de cómo se es de pequeño” (Binet, 1999) y fue así que enfoqué mi camino hacia la pediatría y el psicoanálisis. Una de las cosas que más llamó mi atención fue la angustia, la cual se da cuando el impulso libidinal se enfrenta con las prohibiciones del mundo exterior, la representación se reprime pero la carga afectiva permanece y ésta se convierte en angustia primaria, mientras que la angustia secundaria es la que resulta de un conflicto entre el superyó y el ello. La angustia, va a buscar liberarse en un síntoma y el papel del superyó es favorecer las sublimaciones, es decir, utilizar la libido en actividades toleradas por la sociedad. Spitz, que al parecer es el mismo a quien François llama René, le comentó: Doctora Dolto, me parecen interesantes los hallazgos que ha mencionado y puedo decir que, de cierta manera, también he hecho hallazgos importantes en el campo del desarrollo infantil, principalmente en orfanatos en los que se me ha permitido trabajar. Al igual que usted, concuerdo en que en lo sucede en la etapa oral, también lo he podido observar en términos de percepción. Para mí, las huellas mnémicas juegan un papel importante en el desarrollo del infante y están presentes en ésta etapa, análoga a la de su teoría. De igual forma, creo que la comunicación de la madre con el infante no es una relación desigual; a pesar de que no utilizan el mismo lenguaje, éstos se comunican de manera instintiva a través de la percepción, la interpretación que se le da a la combinación de la experiencia con la emoción. Para mi, ésta se divide en dos: percepción cenestésica, que es interna y por tanto mas visceral, y la percepción diacrítica que tiene que ver con los estímulos periféricos. En lo que usted llama la etapa anal, concuerdo en que se da una dinámica de control por parte del niño, yo lo relaciono con la instauración del no, que se da en una edad similar. Algunos de los organizadores que noté en el desarrollo psicológico del niño fueron la respuesta sonriente, al rededor del tercer mes; la angustia del octavo mes, ante la presencia de un extraño y la instauración del no. Entonces, un sujeto que se presentó como Norman Cameron intervino en la conversación: A ver, déjenme ver si estoy entendiendo. Entonces, ¿la organización del ser humano tiene como eje la necesidad animal, me refiero a las necesidades fisiológicas y además de expresar emociones como amor, agresión, seguridad, iniciativa y enojo? y, si estoy entendiendo bien, los hábitos y valores son transmitidos al niño por la madre por medio de un idioma muy personal o visceral, como lo llamaría usted Dr. Spitz. René contestó: sí, así es y asintió con la cabeza. Norman tomó la palabra nuevamente, parecía ansioso de saber y conocer a esos dos grandes personajes. Prosiguió. Entiendo también, que existen varias fases del desarrollo: que en la oral se constituye la base temprana que se hace entre la realidad externa y la interna. He escuchado acerca de la psicopatología debida a la simbiosis madre-hijo; que si ésta es deficiente, puede derivar en problemas más graves como autismo, síndrome psicosis infantil simbiótica o esquizofrenia infantil. Por otro lado, durante la fase anal, el infante comienza a funcionar como individuo autónomo, se da el control de esfínteres y si se le frustra demasiado tiende a causar trastornos obsesivos o fijaciones anales y placeres sadomasoquistas. En lo que respecta al complejo de Edipo, a través de las introyecciones e identificaciones, el niño comienza a imitar los roles y actitudes de alguno de los padres ya sea a manera de juego, habla y gestos, entre otros, esto para lograr llamar la atención del padre del sexo contrario, enamorándose de él o ella y tomando como rival al padre del mismo sexo, ilusionándose con el amor del otro para finalmente renunciar a él y buscar alguien como su padre o madre a quien pueda amar de verdad. El niño edípico va a presentar angustia de castración al descubrir que las niñas no tienen un pene, mientras que ellas piensan que nunca lo tuvieron o lo perdieron; por ello, el niño teme perder el pene, que simboliza fuerza y poder, mientras que la niña culpa a la madre por no haberle dado uno. Todos asintieron y observaron a sus alrededores, ¿quién querría tomar la palabra después de semejantes declaraciones? De pronto, las miradas se concentraron en un ya anciano, vestido de traje, de rostro amigable, que parecía tranquilo. Algo en su mirada les transmitía ternura y compasión, usaba unos pequeños lentes, para variar, que dejaban entrever cierta dulzura en su mirada. Calmado, se dio cuenta de que lo observaban y tomó con gusto la palabra. Comentó, en sus mejores años trabajó para la BBC transmitiendo información sobre el desarrollo del infante y parentalidad. Pensativo, tal vez reflexivo, dijo: No tengo ganas de dar un discurso, les contaré una historia con la cual explicaré lo que yo he observado. Es sabido que el Escritor A.A.Milne, famoso por las aventuras de Winnie the Pooh, fue inspirado por una vivencia personal… Todo comenzó cuando un tren que procedía de Winnipeg, Canadá que transportaba tropas del ejército británico quedó varado y uno de los oficiales encontró un trampero con una cría de oso negro. El cazador había matado a la madre y el oficial la compró y bautizó como Winnie, en honor a su ciudad natal. A su paso por Inglaterra, decidió dejarla en el zoológico en donde Christopher Robin Milne desarrolló un fuerte vínculo con la dócil osa. Esto, aunado a un osito de felpa que le regaló su madre en su primer cumpleaños “Edward”, tesoro preciado de Christopher Robin, fue rebautizado como “Winnie” en honor a la osita que se deleitaba con la leche condensada que solía brindarle Christopher. Esto motivó a A.A. Milne a escribir "Las aventuras de Christopher Robin con Winnie the Pooh". Con ello, lo que quiero explicar es cómo el niño busca sentirse acompañado por la madre para que de esta manera pueda lograr hacer un puente entre su mundo interno y su mundo externo sin sentirse solo o amenazado. El objeto transicional, como decidí llamarlo, a veces cobra mayor importancia que la propia madre ya que es quien le acompaña a todos lados, puede amarlo y odiarlo sin que se destruya, cosa que aun teme suceda con la madre. Por ello, en la elección de los objetos suele haber ciertos patrones como la suavidad, calidez y resistencia del objeto. Éste simboliza al pecho materno y cuando cumple su función pierde significación para el niño. Por otro lado, existe otra variante, el objeto consolador el cual no logra establecer una diferencia entre el yo y el no-yo, solamente calma al niño durante la transición y lo mantiene fusionado con el objeto para sentirse seguro. Los objetos se crean con la ilusión y una vez satisfecha la necesidad los desaparecerá. Pienso que debemos ser lo suficientemente consistentes, va a haber momentos de desilusión porque no todas las necesidades pueden ser satisfechas ni pueden serlo de manera inmediata y esto puede ser visto como una falla; sin embargo, es importante dejar que el niño exprese sus emociones y tratar de empatizar con él para que de esta manera logre desarrollar un self verdadero, con ello quiero decir, que sea una personalidad auténtica. Todos miraron atentos y reflexionaron lo que cada uno de los que estaban en la mesa comentaron. En un inicio se vieron atraídos por la frase encontrada a la entrada y al verse sorprendidos tan inesperada tormenta decidieron tomar una taza de té, café o chocolate caliente. Parecía algo predestinado, extraño y confuso. Cuando comenzaron a darse cuenta que el tiempo en ese café era relativo y que todos pertenecían a diferentes épocas pero dedicados a la misma rama de estudio quedaron perplejos. La mesera se acercó y les comentó: “el caballero de la mesa del fondo les envía esta nota”. En un pequeño pergamino, con una caligrafía casi perfecta, se leía:


“Life is a journey to be experienced, not a problem to be solved” Winnie the Pooh A.A.Milne


El caballero, con una taza de té en mano, les sonrió y saludó cordialmente. Referencias Binet, E. (1999) FRANÇOIS DOLTO. Perspectivas:revista trimestral de educación comparada, Vol. XXIX, no.3, Págs.495- 505. UNESCO, Paris. Cameron, N.(1990)Desarrollo de la personalidad y psicopatología: un enfoque dinámico. Trillas, México. Doltó, F. (1993) Psicoanálisis y Pediatría. Siglo XXI Editores México. Spitz, R. (1969) El primer año de vida del niño. Fondo de Cultura Económica, México. Winnicot, D. (1979) Realidad y Juego. Edit. Gedisa, Buenos Aires

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